El Canto de la Tierra y el Cielo
En los tiempos antiguos, cuando el mundo era un lienzo sin pintar y los espíritus de la naturaleza danzaban libres, existían dos fuerzas primordiales que los chamanes veneraban en sus sueños y visiones: Mam Anu, la Madre Tierra, y Athair Neamh, el Padre Cielo. Eran los guardianes del equilibrio, las dos mitades de un mismo círculo sagrado.
El Sueño de Mam Anu
Mam Anu no era solo la tierra; era el latido del corazón del mundo. Los chamanes la veían en sus trances, con su cabello hecho de raíces entrelazadas y su piel cubierta de musgo y flores silvestres. Sus ojos eran pozos profundos que reflejaban la sabiduría de las edades. Ella era la que enseñaba a los chamanes a escuchar el susurro de los árboles, a sentir el pulso de las montañas y a sanar con las hierbas que crecían en su regazo.
En una ocasión, durante un ritual bajo la luna llena, un chamán llamado Cern recibió una visión. Mam Anu le habló a través del fuego sagrado:
—Cern, hijo mío, el cielo y la tierra deben unirse. Busca a Athair Neamh, el que brilla en las alturas, y tráele mi mensaje.
El Viaje del Chamán
Cern emprendió un viaje hacia las montañas más altas, donde el cielo tocaba la tierra. Llevaba consigo un tambor hecho de piel de ciervo, un collar de piedras sagradas y una rama de roble, el árbol sagrado de Mam Anu. Durante días y noches, caminó guiado por los espíritus de los animales: un lobo le mostró el camino, un águila le dio visión desde las alturas, y un oso le enseñó a encontrar fuerza en la quietud.
Finalmente, llegó a la cima de la montaña, donde el aire era tan puro que parecía vibrar con energía divina. Allí, bajo un cielo lleno de estrellas, Cern encendió un fuego y comenzó a tocar su tambor, invocando a Athair Neamh.
La Aparición de Athair Neamh
De repente, el cielo se iluminó con una luz dorada, y Athair Neamh descendió. Era un ser imponente, con una túnica hecha de nubes y una corona de relámpagos. Sus ojos brillaban como el sol, y su voz resonaba como el trueno.
—¿Por qué me llamas, chamán? —preguntó Athair Neamh, mirando a Cern con curiosidad.
—Gran Athair Neamh, Mam Anu, la Madre Tierra, te busca. Ella desea unir su esencia con la tuya para crear un mundo de armonía y vida —respondió Cern, con voz firme pero reverente.
Athair Neamh sonrió y asintió. Sabía que el equilibrio solo podía alcanzarse si el cielo y la tierra trabajaban juntos.
La Ceremonia Sagrada
Cern guio a Athair Neamh hasta un claro en el bosque, donde Mam Anu lo esperaba. Los espíritus de la naturaleza se reunieron para presenciar la ceremonia: los árboles susurraron canciones antiguas, los ríos cantaron melodías de agua, y el viento llevó el aroma de las flores.
Mam Anu y Athair Neamh se miraron, y en ese momento, el mundo pareció detenerse. Ella extendió sus manos hacia él, y él las tomó con suavidad. Juntos, comenzaron a danzar, y con cada paso, la tierra y el cielo se entrelazaban. De su unión nacieron los Tuatha Dé Danann, seres de luz y magia que se convirtieron en los guardianes del mundo natural.
El Legado Chamánico
Cern, el chamán, fue testigo de todo. Mam Anu y Athair Neamh le dieron un regalo: un cristal que contenía la esencia de ambos. Este cristal se convirtió en un talismán sagrado, usado por generaciones de chamanes para conectarse con las fuerzas de la tierra y el cielo.
Desde entonces, los chamanes honran a Mam Anu y Athair Neamh en sus rituales. Bailan bajo la luna, tocan sus tambores para invocar la lluvia, y cantan canciones de gratitud a la tierra y al cielo. Saben que, aunque no puedan ver a los dioses, su presencia está en cada hoja, en cada rayo de sol y en cada gota de rocío.
El Ciclo Eterno
Mam Anu y Athair Neamh siguen danzando, eternamente unidos. Su amor es el ciclo de las estaciones, la lluvia que nutre la tierra, el sol que da vida, y la noche que trae descanso. Los chamanes, como Cern, son los guardianes de este equilibrio, los que recuerdan que el cielo y la tierra son uno, y que la magia de la creación está en cada ser vivo.
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